Visita guiada hoy al Palau Novella, actualmente monasterio Budista tibetano de la orden Sakya. Son muchas las ocasiones en las que he venido a la Plana Novella. Hace años lo hacia junto a mis alumnos para practicar en la explanada donde en la actualidad se encuentra la Estupa de la fotografía. Ya entonces había “energía” en el lugar. Más tarde se asentaría allí la comunidad budista a la que he visitado muchísimas veces y siempre he sentido esa “energía” del lugar, hoy bien acompañado.
Para los interesados (https://monjesbudistas.org/).

 

Esta es una entrada para, como lector, agradecer publicamente a la vez que recomendar esta traducción del libro de Michel Coquet “Iaido, el arte de cortar el Ego”.
Soy seguidor de algunos de los escritos de Michel Coquet Sensei desde el año 1979, tanto en frances, como lo poco traducido al español. Admiro su obra y trabajo, he aprendido mucho a traves de sus articulos y libros. Me confieso admirador de su trabajo en las artes marciales y su papel de investigador y divulgador de las disciplinas místicas y esotéricas de diversas tradiciones.
Es por ello que no podia pasar por alto el que se haya publicado, y en mi idioma, una de sus obras, que ademas coincide con la disciplina que actualmente lleva una parte importante de mi tiempo y esfuerzo. 
Agradecer a la editorial Escuelas de Misterios ediciones el esfuerzo a la vez que conminar a los practicantes sinceros de las disciplinas marciales en general, como del Iai-Do en particular a adquirir esta obra. Seguro que quedaran ampliamente satisfechos toda vez que, todos aprenderemos un poco más con élla.
Este libro y algunas otras obras del autor se pueden conseguir a través de http://www.iniciatica.com, http://www.qblh.es/libreria/ficha.asp?Idficha=2158

Se trata de un magnifico corto que en imagenes muestra la practica de un aspirante a 4º Dan de Kendo. Es sin lugar a dudas un referente de esta disciplina y de las artes disciplinarias japonesas en general.
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Publicado en la revista El Budoka nº 324

 

KENDO; UNA FILOSOFIA DE VIDA, UNA FORMACIÓN DE FUTURO

 

Es media tarde y la jornada claudica en las obligaciones escolares. En el exterior la nieve cubre con manto blanco las casas mientras el sol de invierno desaparece en el horizonte. La tenue luz de la entrada deja paso a una sala iluminada, cuyo suelo esta recubierto de una madera brillante.

De uno en uno o en pequeños grupos, inclinan su cuerpo al pasar bajo el dintel de la puerta. Se desembarazan del calzado y con su bolsa y el Shinai colgado a su espalda, como si formara parte de ellos, penetran en la zona destinada a cambiarse de ropa.

Son pequeños los cuerpos vistiendo sus trajes de practica. Unos de blanco inmaculado, en otros casos de azul noche, en algunos una combinación a rombos y hakama oscura. Todos de semblante sonriente y expectante toda vez que controlado.

Sus juegos físicos, de poder y lucha simulada terminan a la entrada del Maestro. Rápidamente y sin que medie palabra alguna, se alinean dando frente al kamiza (frontal de un dojo). A la voz, se sientan sobre sus rodillas, espalda recta y semblante serio. La algarabía reinante hasta ese momento deja paso a un silencio total, solo el roce de las prendas de algodón sobre las pequeñas formas delatan la edad de los estudiantes.

Es sorprendente para el neófito, ver a esos niños y niñas comportarse de una forma tan disciplinada a tan corta edad.

A la voz, cierran sus párpados e inician unos minutos de meditación. Una nueva voz culmina la secuencia y a la señal inclinan sus bustos para saludar al Maestro.

A continuación, sus voces infantiles recitan a coro el Dojo-Kun (juramento de la escuela);

Nosotros amamos a nuestro país.

Respetamos a nuestros padres

Respetamos el ceremonial de nuestras tradiciones

Respetamos nuestras enseñanzas

Cumpliremos siempre con nuestros deberes

Respetamos a nuestros camaradaskendo_see_kids2

Juramos forjarnos un espíritu y un cuerpo sano 

A partir de ese instante comienza el entrenamiento, las pequeñas figuras se equipan con su armadura puesta previamente delante de ellos. Seguidamente se levantan y en filas perfectamente trazadas comienzan a repetir sus técnicas una y otra vez. Sus sables de bambú, a veces son demasiado grandes para una maniobra correcta. Durante el agotador ejercicio sus jóvenes gargantas repiten con un grito el nombre del ataque que realizan. Luego por parejas repiten las series sobre el compañero inmóvil, para por último y con gran alborozo para los “guerreros de reducido tamaño”, ejecutar las técnicas libremente sobre el adversario, lo que convierte la sala en una amalgama de ruidos y gritos.

Al fin los golpes secos sobre dos maderas que sostiene el Maestro reorganiza el caos en hileras silenciosas. Solo las respiraciones agitadas se dejan escuchar, de nuevo una orden y la cortesía exige una reverencia a forma de respetuoso saludo.

En una sola fila e inversamente que al principio, se despojan del equipo protector de manera ritual dejándolo a su lado. Fase de meditación y saludo al Maestro agradeciendo en voz alta las enseñanzas recibidas. Es el momento del aseo personal de cada practicante al termino del cual y cargando su equipo, a pie o en bicicleta regresan solos a sus casas como una parte más de su instrucción.

 

 

 

Las disciplinas marciales, no son, hoy por hoy contempladas por la mayoría del gran publico, mas que como unas actividades deportivas dentro del abanico existente en el momento presente. Actualmente cada vez son menos los jóvenes y niños que se incorporan a la practica, pues su comprensión no alcanza a entender que beneficios pueden alcanzar. Además, para nada es atractiva esta formación, pues exige, constancia, sacrificio y disciplina, cosa que esta muy lejos de la diversión que facilitan otros deportes y actividades, mucho más atractivas, con menor compromiso y sin ninguna obligación. Los padres estresados por la forma actual de vida, con largas jornadas, muchas veces incompatibles con el horario escolar, buscamos opciones que nos permitan “ganar algo de tiempo” y a la vez que los niños “aprendan algo”. De esta forma cualquier alternativa deportiva, en la cual nuestros hijos se puedan integrar, que les atraiga tanto que creé en ellos el deseo de no abandonar al poco tiempo, es valida. Poco nos preocupamos, de quien es el que imparte la enseñanza, de si el local es el adecuado y la actividad, puede favorecer o no la educación de nuestros hijos. Pocos son los que realmente se interesan por ello, el resto buscamos una “guardería” que nos permita “aparcar” a nuestros vástagos durante el tiempo preciso y sólo nos interesamos un poco más, si creemos que pueden llegar a ser unas “estrellas” o sobresalir como “campeones”.

En una anterior ocasión, ya resalte mi opción apostando por un modelo de educación, paralelo a la formación denominada como “oficial”, donde nuestros hijos, en verdad aprenden muchas y diversas materias, pero, y de ahí mi reflexión, no siempre, (más bien pocas veces), se les “educa” en la escuela, o en los institutos, en los valores tan necesarios hoy día y que cada vez carece más nuestra sociedad.

En mi exposición, hablaba, de que en la practica de las artes marciales tradicionales, todavía se podían encontrar dichos valores, cuando estas son enseñadas por auténticos “formadores” con los cuales permanecen durante años nuestros hijos, creciendo a su lado y muchas veces tomándolos como ejemplo valido.

Aunque podría hacer una comparativa de la practica de las artes marciales con respecto a los deportes y actividades varias que hacemos practicar o que eligen nuestras generaciones futuras, no es el objetivo de mi actual exposición, además, no seria del todo ecuánime pues no soy practicante de ningún deporte. En todo caso, la idea de estas líneas, es exponer una forma diferente de enfocar la formación de las nuevas generaciones a través de la practica de las disciplinas marciales tradicionales.1078196573_9c47038f24_o

No entrare ahora a diferenciar, lo que para los expertos, constituyen las diferencias entre el  antiguo Bujutsu y el más moderno concepto de Budo aparecido a finales del siglo XIX y en los albores del siglo XX, pues en el tema que me ocupa, tienen su punto común. No obstante y como ejemplo extraordinariamente acertado este extracto del libro “The Koryu Bujutsu Experience” escrito por Hunter B. Armstrong;

“…hoy día en Japón los koryu bujutsu, se consideran como las más antiguas artes de combate cuerpo a cuerpo. Como tales, proporcionan en la actualidad una única ventana de la historia de la cultura marcial del Japón, además de una visión de otra vertiente de la actitud interior del hombre muy difícil de apreciar en una sociedad tecnologista y materialista. Artes que no solamente se practicaban para sobrevivir en un campo de batalla en tiempos de la Edad Media sino además por su capacidad de influir en el comportamiento y en la naturaleza del hombre, le alzan por encima de cualquier insignificante disputa personal y le hacen alcanzar un grado de moralidad y ética que hoy día difícilmente se valora”.

 Somos los padres quienes debemos tomar la decisión última de donde, como, cuando y con quien deben instruirse nuestros hijos. No podemos dejar la responsabilidad en terceros y mucho menos en ellos. No podemos dejarnos llevar por la imitación del resto de la sociedad, ni arrastrar por la modas, la comodidad de la cercanía al domicilio o el nombre y la imagen de la “estrella” (“fugaz”, la mayoría de las veces) del momento. ¿Calidad y garantía riman con cantidad y economía?. Seamos lógicos.

Valorar las diferentes opciones, obtener la información necesaria, marcarse unos requisitos acordes con nuestras posibilidades, nos permitirán seguramente elegir adecuadamente. El conocimiento de la materia y sus beneficios, la observación directa del local e instalaciones donde se desarrollara la practica y sobre todo el trabar contacto con el “ambiente” y el futuro instructor  es lo más básico para las valoraciones que necesitamos.

Esta es una historia que leí en el pasado, y que hace muy poco, un muy buen amigo me recordó. Él dio en la clave al recordármela. Espero que a quien pueda leerla, también le sirva, como a mi me sirvió

La Historia de la Destreza Admirable de un Gato


Hubo una vez un maestro de esgrima que se llamaba Shoken. En su casa, una gran rata hacía de las suyas. Aun durante el día se paseaba por la casa con toda frescura. Entonces él cerró la habitación y esperó que
el gato de la casa la atrapara. Pero la rata, de un salto, hizo presa del hocico del gato que escapó maullando de dolor. Aquello, pues, no se arregló.
Entonces el dueño de casa trajo varios gatos que gozaban de mucha reputación en la vecindad. La rata se acurrucaba en una esquina y cuando se acercaba un gato, saltaba, lo mordía y lo ponía en fuga. La rata resultaba tan combativa que los gatos rehuían acercarse otra vez. Shoken perdió la paciencia y se puso él mismo en persecución de la rata. Pero ella esquivaba a maravilla los tajos del maestro de esgrima que no lograba acertarle. Rompió así puertas y enseres, pero la rata saltaba como una exhalación, hacía el quite a todos los tajos, hasta que al final le saltó al rostro y le mordió.
Bañado en sudor, llamó finalmente a su criado: «Se dice que a seis o siete leguas de aquí hay un gato que es el más valeroso del mundo. Vete y tráelo.» El criado trajo el gato, que no le causó especial impresión, pero cerró la puerta dejándolo adentro. El gato entró con gran paz como si no esperara nada especial. La rata se quedó sorprendida y no se rebulló. Y el gato se acercó con toda calma, le dio una dentellada y se la llevó.
A la tarde se reunieron los gatos derrotados en la casa de Shoken. Con todo respeto hicieron que el viejo gato se sentara en el puesto de honor, le hicieron reverencias y le dijeron con modestia: «Todos nosotros pasamos por valerosos. Nos hemos entrenado para atacar, hemos afilado muy bien las uñas y hemos conseguido vencer todo tipo de ratas y otras alimañas. Nunca habíamos creído que pudiera haber una rata tan robusta, ¿Con qué táctica has conseguido derrotar tan fácilmente a esa rata? No nos ocultes tu arma secreta.”
El viejo gato se rió y dijo: «Vosotros, jovencitos, ciertamente sois valientes. Pero no conocéis bien las tácticas a emplear. Por eso, cuando se presenta lo inesperado, fracasáis. Pero contadme primero cómo os habéis entrenado.»
Entonces se adelantó un gato y dijo: «Provengo de una familia famosa en la caza de ratas. Por eso opté por esa táctica. Puedo saltarme biombos de dos metros de altura. Puedo deslizarme por agujeros estrechos por los que sólo una rata sabe pasar. Desde la infancia me ejercité en toda suerte de acrobacias. Cuando estoy todavía despertando del sueño y veo una rata que corre por las vigas, en seguida la atrapo. Pero esta rata era más fuerte y he sufrido la derrota más grande de mi vida, Estoy avergonzado.»
El viejo gato le dijo: «Tú no te has entrenado más que en la técnica. Y no tienes en la cabeza otro pensamiento que ganar la batalla, De esta manera sólo pensabas en triunfar, Cuando los viejos enseñaban la técnica. lo hacían para mostrar uno de los caminos que llevan al triunfo. Y eran técnicas sencillas, pero que encerraban dentro de sí la verdad más excelsa. Pero los que los siguieron no se ocupan ya más que de la técnica. Se obtienen ciertamente resultados, por ejemplo, cuando prescriben que haciendo esto y esto, se obtiene esto o lo otro. Pero, ¿qué se logra con ello? Unicamente un poco de destreza. Y al abandonar el viejo camino tradicional, poniendo en juego los mejores recursos, surge la emulación en la técnica hasta el agotamiento, y desde ese momento ya no hay progreso posible. Y así tiene que ser si no interesa más que la técnica y el saber. Cierto que el saber es una función del espíritu; pero, si no marcha por el verdadero camino y sólo atiende a la destreza, no es más que un error y sus logros son contraproducentes. Por tanto reflexiona y emprende el verdadero camino.»
Entonces se acercó un hermoso gato de piel atigrada y dijo: «En el arte militar todo depende, creo, del espíritu. Por eso siempre he cultivado esa cualidad. Y he llegado a tener un temple de acero. Un espíritu libre y lleno del espíritu del cielo y de la tierra. En cuanto veo al enemigo, mi espíritu invencible lo deja hechizado, y gano la batalla aun antes de empezar. Sólo entonces sigo adelante de manera instintiva, como lo exige la situación. Me oriento por el ruido de mi adversario, acoso a la rata como me place, a derecha, a izquierda, cortándole siempre la retirada. De la técnica propiamente dicha no me preocupo; la dictan las circunstancias. Una rata que corre por la viga, la clavo con mi mirada, y cae y es mía. Pero esta misteriosa rata aparecía y desaparecía sin dejar rastro. ¿Qué es esto? No lo sé.»
El viejo gato le contestó: «Eso que tanto te interesa es ciertamente un efecto que proviene de la gran energía que llena el cielo y la tierra, Pero lo que has conseguido no es más que una fuerza psíquica, no es algo que merezca verdaderamente el nombre de bueno; el hecho mismo de que eres consciente de la energía con que quieres vencer, obstaculiza la victoria. Tu Yo está en acción. Pero si el Yo del otro es más fuerte que el tuyo, ¿qué ocurrirá? Si quieres derrotar a tu enemigo con la ventaja de tu fuerza, él te opondrá la suya. ¿0 te imaginas que sólo tú eres fuerte y todos los demás débiles? Pero, ¿cómo hay que comportarse cuando hay algo que quiere triunfar con una mejor voluntad y no precisamente con la ventaja de la propia fortaleza? ¡ahí está el problema! Esa agilidad y temple de acero y de energía que llena el cielo
y la tierra, no es aún la Gran Energía sino un reflejo suyo. Es tu propio espíritu, pura sombra del Gran Espíritu. Tiene la apariencia de la Gran Energía, pero en realidad es totalmente distinta. El espíritu de que habla Menzius es poderoso porque está siempre penetrado por la gran sabiduría. Se diferencia como la corriente perenne de un gran río, como el Yang-tse Kiang, comparado con un torrente repentino y pasajero. Pero ¿cuál es el espíritu que hay que poseer cuando nos enfrentamos a algo que no puede ser derrotado por ninguna fuerza espiritual condicionada? ¡Ese es el problema! Dice un refrán: «Una rata acosada muerde al gato.» Si el enemigo está en peligro de muerte, no guarda miramientos, se olvida de su vida, de sus apuros y de sí mismo y no tiene preocupación por victorias ni derrotas. No se preocupa siquiera de su existencia. Y, por eso, su voluntad es dura como el acero. ¿Cómo podremos vencerle con unas fuerzas que tenemos la pretensión de poseer?»
Entonces avanzó lentamente un gato pardo más viejo y dijo:«Efectivamente es como tú dices, La fuerza psíquica, por poderosa que sea, tiene una forma. Pero, lo que tiene forma, por pequeño que sea, puede atraparse. Por eso, desde hace mucho tiempo he procurado entrenar la energía del corazón. Yo no pongo en juego, como el segundo gato, esa energía que domina al adversario espiritualmente. Ni hago las acrobacias del primer gato. Me reconcilio con el adversario, me pongo de acuerdo con él y no le contrarío. Si el otro es más fuerte que yo, cedo sin más y hago lo que él quiere. Mi habilidad, en cierto modo, es ir recogiendo las piedras en saco roto. Una rata que me quiere atacar, por fuerte que sea, no tiene dónde hacer pie ni a qué agarrarse, Pero la rata de hoy era distinta. Era ligera como la luz. Nunca he visto cosa igual.»
El gato viejo dijo: «Lo que llamas reconciliación no proviene de la esencia profunda ni de la gran naturaleza. Es una reconciliación ficticia y artificial; es un truco. Con ella, lo que quieres es contrarrestar la combatividad del contrario. Y, como sólo piensas en eso, por más que disimules, el contrario lo nota. Y, aunque con ese espíritu te muestres conciliador, tu espíritu de combate se mezcla y lo perturba, quedando perjudicada la precisión de tu visión y actuación. Todo cuanto hagas con intenciones conscientes, obstaculiza la primaria vibración de la gran naturaleza que actúa desde lo profundo e impide el flujo de su libre movimiento. ¿Cómo podrá brotar en esas condiciones una energía maravillosa? Sólo si no se piensa nada, ni no quieres ni pretendes nada, sino que te. abandonas al impulso del ser, lograrás no tener forma aprehensible, y no surgirá en la tierra forma alguna antagonista; y entonces tampoco habrá enemigo que pueda hacerte resistencia”.
“Evidentemente, no pienso que todo cuanto habéis dicho sea inútil. Todas y cada una de estas técnicas pueden ser una variante del camino acertado. La técnica y este camino pueden perfectamente ponerse de acuerdo. En tal caso, el Gran Espíritu, el Dominador, está latente en ella y se manifiesta en toda acción del cuerpo. La fuerza del Gran Espíritu es la que apoya a la persona del hombre. Aquel en quien esa fuerza está liberada, puede enfrentarse correctamente a todo con infinita libertad. Si su espíritu está pacificado, aunque no ponga en la lucha energías especiales, ni el oro ni la piedra lograrán corromperle ni. destruirle. Lo único importante es que no entre en juego ni una brizna de la consciencia del yo, de lo contrario, todo está perdido. Y si se mezclan pensamientos, aunque sea de manera fugaz, todo queda falseado. Ya no brota de lo profundo de la esencia, ni del impulso primario del cuerpo bien dirigido. Y entonces tampoco el contrario se pondrá de acuerdo con nosotros, sino que tratará de oponerse. ¿Qué camino o táctica emplear? Unicamente si tienes esa mentalidad que está liberada de toda consciencia, si actúas como si no actuaras, sin trucos
ni segundas intenciones, en perfecta armonía con la Gran Naturaleza, estarás en el buen camino. Abandonemos toda pretensión, ejercitémonos en la abnegación de toda intención y hagamos que todo brote simplemente desde lo profundo del ser. Este es el camino sin fin, e inagotable.»
Y el viejo gato añadió algo notabilísimo: «No creáis que lo que he dicho es lo más excelso. Hace no mucho tiempo que en un lugar vecino al mío había un gato. Se pasaba el día durmiendo. No se advertía en él nada de energía espiritual. Allí se estaba tendido como un tronco. Nadie lo había visto cazar una rata. Pero, donde él estaba, no había ni una rata. Un día que le visité, le pregunté qué explicación tenía esto. No dio ninguna respuesta. Volví a repetir la pregunta hasta tres veces. El callaba. No es que no quisiera responder, pero evidentemente no sabía qué responder. Entonces caí en la cuenta: el que sabe algo, no lo dice; y el que dice algo, lo ignora. Este gato se había olvidado de sí mismo y de cuanto lo rodeaba. Había alcanzado «la nada» y con ello, la más elevada cima de la carencia de pretensiones. Y ahora podemos decirlo, había arribado al camino divino de la milicia: vencer sin matar. Con él estoy de acuerdo”.
Shoken oía todo esto como quien sueña. Se acercó, saludó al gato viejo y dijo: «Hace mucho que me ejercito en la esgrima, pero aun no he llegado a la cima. He escuchado vuestras consideraciones y creo
que he entendido el significado de mi camino; pero os ruego con todo empeño que me digáis algo más sobre vuestro secreto.»
El gato viejo le respondió: «¿Cómo puedo hacerlo? Yo no soy más que un animal que se alimenta de ratas, ¿cómo puedo yo saber algo de las cosas humanas? Lo único que sé es que la finalidad de la esgrima no consiste únicamente en vencer al adversario. Más bien es el arte de llegar, en un momento dado, a la gran claridad de la base misma de la vida y la muerte. Un verdadero caballero debería, en todo entrenamiento técnico, cuidar el entrenamiento espiritual de esta lucidez. Además deberá, ante todo, analizar la doctrina, la razón de ser de la vida y la muerte, de la necesidad de morir. Esta gran lucidez sólo la alcanza el que está liberado de todo lo que le desvía de este camino, especialmente de todo pensar concretizador. Si a la esencia profunda y al encuentro con ella se les da libre curso, liberadas del yo y de todas las cosas, pronto hará aparición aquello que es lo único importante. Pero si tu corazón se apega, aunque sea pasajeramente, a alguna cosa, tu esencia queda también aprisionada con las apariencias de algo consistente. Y si se ha convertido en algo consistente, automáticamente allí hay un yo consistente también, y al que se le puede hacer resistencia. Y ya tenemos dos seres enfrentados por la supervivencia. Y en este caso quedan frenadas las admirables funciones de la esencia que posibilitan el progreso y el cambio. Entonces ya tenemos el torcedor de la muerte y hemos perdido la lucidez propia de nuestra esencia. Con esa mentalidad, ¿cómo enfrentarse correctamente al adversario y contemplar con tranquilidad el dilema Victoria-Derrota? Y, aunque se logre la victoria, no es sino una victoria ciega que nada tiene que ver con el sentido de la verdadera esgrima. Liberarse de todas las cosas no es pura teoría. El ser, en cuanto tal, no tiene figura ni fisonomía propia de por sí, está más allá de todas las formas. Ni debe atesorar nada en sí mismo. Pero si nos fijamos y nos asimos a algo por insignificante que sea, aun por un momento, la gran energía queda refrenada y el equilibrio original de fuerzas queda desbaratado. Si el ser queda aprisionado, por poco que sea, pierde su habilidad de movimiento y no brota con toda su magnificencia. Si el equilibrio del ser profundo se perturba, su fuerza, si es que fluye, se desborda; en caso contrario, es insuficiente. Cuando se desborda, irrumpe incontenible. Cuando es insuficiente, el espíritu se debilita y decae y no consigue adaptarse a las situaciones. Lo que llamo liberación de las cosas significa, pues, lo siguiente: si no retenemos las cosas, ni nos apoyamos ni fijamos en nada, ya no hay antinomias. Ni Yo ni anti -Yo. Si algo sobreviene, lo enfrentamos con espontaneidad y no dejará huella tras de sí. En el «I – Ching» (Libro de los Cambios), esto se expresa así. «Sin pensar, sin emociones, en perfecta calma; sólo así podemos testimoniar la esencia y
la ley de las cosas de manera espontánea y podemos identificarnos con el cielo y la tierra. El que ejercita
la esgrima de este modo y lo entiende así, está muy cerca del verdadero camino.»
Shoken, al oír esto. preguntó: «¿Qué significa eso de que ya no hay yo ni anti-yo, sujeto ni objeto?»
El gato respondió: «Sólo cuando – y porque – hay un yo, hay también un enemigo. Si no nos erigimos en yo, tampoco encontraremos opositor. Lo que llamamos así no es sino una forma de expresar la contrariedad. En tanto que los seres adoptan una forma, provocan la existencia de una contra-forma. Siempre que algo se consolida como un Algo, adopta automáticamente una forma propia. Si mi ser no adopta forma propia, tampoco habrá contra-forma. Y donde no hay oposición, tampoco hay opositor. Es decir, no hay yo ni anti-yo. Si nos abandonamos y nos relajamos, nos liberamos radicalmente de todas las cosas, y nos encontraremos en armonía con el mundo, identificados con todos los seres y dentro de la unidad del universo. Aunque la forma del enemigo desaparezca, me pasará desapercibido. Y no porque no lo hayamos percibido sino porque no nos detenemos en este hecho y el espíritu sigue libre de toda fijación, respondiendo en su actuar con libertad esencial y profunda”.
“Si el espíritu no está poseído por nada y él mismo está libre de toda posesión, el mundo mismo, tal como es, es nuestro mundo y una cosa con nosotros. Eso significa que. lo acogemos ya más allá de toda noción de bien y mal, de toda antipatía y simpatía. Ya no seremos prisioneros de nada ni apegados a nada del mundo. Todas las antinomias a que nos enfrentamos, ganancia y pérdida, bueno y malo, alegría y tristeza, tienen su origen en nosotros. En la inmensa amplitud de cielo y tierra nada hay tan digno de conocerse como nuestro propio ser. Decía un antiguo poeta: «Un granito de polvo en un ojo hace que el mundo desaparezca. Si no nos apegamos a nada, el lecho más angosto nos viene grande.» Es decir: si una mota de polvo nos molesta en un ojo, ya no lo podemos abrir, Porque se introduce allá, donde no existe visión clara sino cuando no hay ningún obstáculo. Esto puede servirnos de comparación para el Ser que es la luz que nos ilumina, distinta de todo lo que es algo. Pero si algo se interpone, la visión pierde toda su visión. Otro poeta decía: «Si nos vemos acosados de enemigos, por centenas de millares, podrán destruir todo lo que tiene forma o figura. Pero mi ser sigue siendo mío. por poderoso que sea el enemigo. Contra él no hay enemigos.» Dice Confucio: «No puede robarse el ser de la persona por insignificante que sea. Pero si el espíritu cae en la confusión, nuestro ser se vuelve contra nosotros mismos,»
“Es todo lo que puedo decirte, Concéntrate ahora y estúdiate a ti mismo. Un maestro puede dar enseñanzas y tratar de razonarlas. Pero captar la verdad sólo puedo hacerlo yo mismo. Eso es lo que se llama asimilación. La comunicación va de corazón a corazón. Es un adoctrinamiento que va más allá del saber y de la enseñanza. Esto no va en contra de la enseñanza del maestro. Comenzando con los ejercicios mentales de la antigüedad y el arte de formación de las mentes hasta las habilidades más admirables, la asimilación es la pieza clave y esta no se enseña sino de corazón a corazón, más allá de todo academicismo. El método de toda enseñanza consiste únicamente en aludir y referirse a aquello que el discípulo tiene dentro de sí mismo aun sin saberlo. No hay, pues, secreto alguno que el maestro pueda trasmitir a su discípulo. Enseñar es fácil. Oír también. Lo difícil es hacerse consciente de lo que poseemos dentro de nosotros mismos, encontrarlo y adueñarnos de ello. Es lo que se llama contemplación del propio Ser. Si esta contemplación se produce, tenemos la iluminación. Este es el gran despertar del sueño del error. Despertar, escrutar el propio ser, percepción de sí mismo, todo es una misma cosa.»

Todos nos hemos sentido descorazonado alguna vez en nuestro entrenamiento. Cuanto mas años entrenamos, mas oscuros periodos de frustración, desaliento y desanimo llenan los días de practica.
A través de los años aprendemos a resignarnos y MANAGE, para continuar de una manera u otra un paso adelante.
Los estudiantes que comienzan como puedes imaginar, abandonan fácilmente, cuando se encuentran con el primer obstáculo. Estos pierden fácilmente el interés cuando el entrenamiento comienza a ser duro o las técnicas no se cogen fácilmente como esperaban. Yo he podido ver incluso entre profesores de mas de 30 años de trabajo, el abandonar y dejarlo.
En nuestro entrenamiento de artes marciales nosotros relacionamos que abandonar como derrota “ pero porque crece ese sentimiento en nuestro interior y por que no se puede controlar? Por que no podemos superar esa colina? Por que paramos de progresar? Por que todo de repente se vuelve mas confuso? Todas estas preguntas nos la hacemos algún día u otro.

Tiempo atrás, escribí que por medio del Karate podíamos conseguir la felicidad. Al poco tiempo, uno de mis alumnos vino y me pregunto “ Sensei, tu escribiste que podemos ser felices por medio del entrenamiento del Karate, pero muchas veces le observo y no parece feliz. Yo entreno duro y algunas veces tampoco soy feliz.”
“Tu no has entendido lo que la verdadera felicidad significa”, contesté.
Nosotros creamos una situación ideal para nosotros en nuestra mente, y cuando los acontecimientos van en dirección opuesta a nuestras expectativas, nos frustramos y nos desanimamos.
Nosotros imaginamos que tenemos el derecho a ser felices y merecemos ser felices, por lo que cualquier condición contraria, o fuera de estas afirmaciones no son realmente parte de nuestras vidas.
Pensamos que cuando somos felices vivimos nuestras vidas pero que cuando no somos felices por algo “ajeno” esta interfiriendo en nuestras vidas.

En artes marciales, conocemos que ambas “estados” felicidad y tristeza son partes de nuestra vida. Entrenamos para aceptar ambos por igual.
Estamos de acuerdo que si nos dan a elegir entre los dos elegiremos la de ser feliz.
Pero desafortunadamente no se puede elegir entre estos dos estados, de echo parece que a través de nuestras experiencias mas tristes o contrarias, aprendemos mas que de nuestras experiencias mas felices.

Cuando tenemos un gran progreso en nuestro entrenamiento, estamos orgullosos de nosotros, pero por el contrario cuando comenzamos a ir lentos, cuando las técnicas no nos salen o cuando nuestra manera de practicar no tiene mucho sentido, comenzamos a frustrarnos y a pensar en dejarlo y empezamos a buscar otras artes marciales.
El éxito es parte de nuestro entrenamiento pero el fracaso y las decepciones también lo son. Como tesoros preciosos y únicos aspectos de nuestras vidas, deberíamos aceptar ambos por igual como fundamentos de nuestros entrenamiento en artes marciales.
Estamos de acuerdo que cuando las cosas van mal nos quejamos como todo el mundo, pero es no significa que algo ajeno a nuestras vidas nos este fastidiando.
Nosotros conocemos de lo bueno o de lo malo solo por que hay cosas que las discriminan y diferencia entre ellas.
En Artes Marciales no podemos discriminar, así como que no podemos elegir nuestros oponentes o las circunstancias del encuentro.
Y en un enfrentamiento con nuestro oponente trabajamos sobre una desventaja, la cual tenemos que transformar mediante la virtud de nuestro entrenamiento y nuestra técnica, esto es lo que hace las artes marciales tan interesantes.
Lo mismo podemos decir de nuestras vidas. Los artistas marciales sobreviven día a día dando la bienvenida a la adversidad y usando su destreza y fuerza personal para llegar despacio pero seguro a conseguir sus metas, objetivos y aspiraciones.
La energía que utilizamos es lo que se llama la fuerza de la vida.
En cualquier trabajo que realicemos, habrá días de alegrías, de decepciones, de malos-entendidos, de ofuscaciones, de momentos divertidos, y debemos aceptar a todos con la misma mente. Un verdadero artista marcial no puede espiritualmente o mentalmente saltar de la felicidad a la depresión fácilmente. Esta es la esencia de nuestro entrenamiento, esto es lo que hace al entrenamiento del arte marcial tan difícil a veces.
Un día vino una persona a visitar mi Dojo y quedo muy impresionado por la construcción, por el numero de alumnos y lo bien que estaban entrenando. El dijo” debe de tener muchísimo éxito”. “ No” respondí “ este Dojo no esta construido sobre el éxito pero si sobre muchos fracaso. Pero por la perseverancia, nosotros hemos llevado este Dojo tan lejos, estoy muy agradecido.”
Un hombre mayor moribundo era ya muy olvidadizo y despistado; y le pregunto al maestro de Zen Ryokan por algún consejo para remediar esto. Ryokan le dijo. “Cuando estas vivo, esta bien estar vivo,” “Cuando estas enfermo, esta bien esta enfermo,” y cuando estas cerca de la muerte esta bien morir”.
Cuando nos frustramos en nuestro entrenamiento, no hay nada malo por sentirse así, es solo otra parte del entrenamiento. El punto importante es no malentender esta fase y dejarlo, en cambio solo hay que intentarlo una vez mas y seguir entrenando, con el tiempo entenderemos que no hay razón para frustrase o desalentarse ni en nuestros entrenamientos ni con nuestras vidas.